En las sociedades se originan hechos primero como tragedias después como caricaturas, como ridiculeces

En las sociedades se originan hechos primero como tragedias después como caricaturas, como ridiculeces

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Por Rubén Mújica Vélez

En las sociedades se originan hechos primero como tragedias después como caricaturas, como ridiculeces. Concluida la II Guerra Mundial la prepotencia, soberbia inaudita emergió: nació el Nuevo Imperio Mundial: los Estados Unidos de Norteamérica.

Su criminal demostración de poderío consistió en tirar dos bombas atómicas sobre dos ciudades abiertas, es decir sin defensa alguna contra los bombarderos yanquis: Hiroshima y Nagasaki. CIUDADES MÁRTIRES cuya destrucción aún horroriza al mundo.

La peor masacre realizada sin necesidad alguna: se sabía que el gobierno japonés estaba a punto de rendirse. No obstante, contra la opinión de científicos como Albert Einstein, el ex-barillero Truman decidió arrasar esas ciudades para que el mundo supiera quién era el Nuevo Atila. Pero la demostración de prepotencia criminal fue seguida de un auténtico pavor, cuando la Unión Soviética hizo estallar su propia bomba atómica.

Entonces se desató la persecución de todos los que simpatizaban o simplemente reconocían que en el mundo de entonces había surgido un competidor del Imperio Yanqui. El miedo a la hoz y el martillo originó en EUA la emergencia de juicios contra quienes se dijo habían entregado los secretos para producir la bomba atómica: los Rosenberg. Se les ajustició. Al mismo tiempo se alentó la delación de los artistas más conocidos de Hollywood. Se convirtieron en “soplones” más de uno de los “héroes” de la pantalla.

Pero destacaron quienes resistieron y no se rindieron: Howard Fast, autor del libro “Espartaco”, Kirk Douglas que luchó y logró la publicación del libro y financió la película del mismo nombre, Dalton Trumbo, guionista de la cinta, dejaron huella de dignidad impertérrita. Pero emergió el peor sujeto de ese tiempo el Senador Joseph Mc Carthy. Su labor política consistió en denunciar a toda organización y persona que le pareciera comunista. Cobró celebridad en una sociedad, la yanqui, aterrorizada por el “peligro comunista” que inyectó la gran burguesía de ese país. Pero su popularidad despertó su vanidad y su alcoholismo.

Entonces empezó a señalar como comunistas a funcionarios del gobierno federal y abusó al mencionar que Eisenhower formaba parte de su larga lista de comunistoides. ¿Por qué recordamos este pasaje repugnante de la historia yanqui? Porque ahora en México ante los efectos de la 4T y la alta popularidad de AMLO ha aparecido una mala copia de Mc Carthy: Claudio X (¡es un X!) González. En un desplante risible, ridículo, se atrevió a decir que “formaban una lista de los que apoyaban a AMLO” y amenazó que serían objeto de represalias. ¡Mc Carthy de papel higiénico como su producto que los ha enriquecido. ¡Enano del tapanco de nuestros días!

Por eso decimos que si Mc Carthy originó tragedias como la de los Rosenberg, Claudio es un pobre sujeto, caricaturesco, a quién le ha tocado que su empresa tenga que pagar impuestos. No olvidemos que el “valiente” Claudio en Oaxaca salió huyendo, tembloroso, entre veredas cuando le dijeron que se aproximaba un grupo de maestros de la Sección 22 que le reclamarían por sus desaforadas críticas a sus propuestas sobre la reforma educativa. Cuál es la propuesta de Claudio y De Hoyos, al respecto?

¡La privatización de la educación y la obligatoriedad del inglés en las aulas! Pretende Claudio y los burgueses de su calaña que olvidemos que para ellos su dios es el dinero, los enormes y crecientes capitales aunque sea sobre montañas de pobres, como hace dos siglos vaticinó Balzac!