Los nuevos puritanos

Los nuevos puritanos

Zaldivar, un ministro disruptivo.
Las tortugas también vuelan II
Su nombre se grita fuerte y claro

Por Gerson Hernández Mecalco*

 

A cada momento surgen víctimas de la justicia popular moderna, de acuerdo con Anne Applebaum en su reciente texto “Los nuevos puritanos”, en The Atlantic. “En Estados Unidos, es posible conocer a personas que lo han perdido todo —trabajo, dinero, amigos y colegas— después de no haber violado ninguna ley y, a veces, tampoco las reglas del lugar de trabajo. En cambio, han roto (o se les acusa de haber roto) códigos sociales relacionados con la raza, el sexo, el comportamiento personal o incluso el humor aceptable, que no existía hace cinco años o meses. Algunos han cometido graves errores de juicio. Algunos no han hecho nada en absoluto. No siempre es fácil saberlo”, afirma la también académica de la Universidad Johns Hopkins.

 

En un interesante ensayo que expone las historias de ataques en redes socio digitales a académicas, académicos y periodistas; expone que esto se da a pesar de que existe el Estado de Derecho en los E.E.U.U.: “Tenemos tribunales, jurados, jueces y testigos precisamente para que el Estado pueda saber si se ha cometido un delito antes de castigar. Tenemos una presunción de inocencia para los acusados. Tenemos derecho a la legítima defensa. Tenemos un estatuto de limitaciones”.

 

Sin embargo, la esfera pública online moderna, es un lugar de conclusiones rápidas, “prismas ideológicos rígidos y “argumentos” de 280 caracteres, no favorece ni los matices ni la ambigüedad… los valores de esa esfera han llegado a dominar muchas instituciones culturales: Universidades, periódicos, fundaciones y museos. Atendiendo a las demandas públicas de una rápida retribución, a veces imponen el equivalente a letras escarlatas de por vida a personas que no han sido acusadas de nada que se parezca ni remotamente a un crimen. En lugar de tribunales, utilizan burocracias secretas. En lugar de escuchar pruebas y testigos, emiten juicios a puerta cerrada”.

 

Por otra parte, relata que, en 1948, el famoso compositor polaco Andrzej Panufnik fue obligado a participar en un concurso para escribir una “canción al Partido Unido”.  La autora de Crepúsculo de la democracia: El atractivo seductor del autoritarismo, explica que el músico, “pensó que, si se negaba a presentar algo, toda la Unión de los compositores polacos podrían perder financiamiento… Para su eterna humillación, ganó. Lily Hajdú-Gimes, una célebre psicoanalista húngara de esa época, diagnosticó este trauma como ´conformidad forzada´ o ´juego el juego que ofrece el régimen´”.

 

Ya casi para terminar, relata que durante un viaje a Turquía a principios de este año, conoció a un escritor que le “mostró su último manuscrito, guardado en un cajón de escritorio. Su trabajo no era ilegal, simplemente no se podía publicar. Los periódicos, revistas y editoriales turcos están sujetos a enjuiciamientos impredecibles y sentencias drásticas por discursos o escritos que pueden interpretarse arbitrariamente como un insulto al presidente o a la nación turca. El miedo a esas sanciones conduce a la autocensura y al silencio”.

 

Por último, entre diversas historias, aparece el testimonio de la escritora Chimamanda Ngozi, quien describió cómo dos escritoras más jóvenes con las que formaba una relación de amigas, la atacaron en las redes sociodigitales, “buscando atención y publicidad para beneficiarse a sí mismas”. De acuerdo con Anne Applebaum organizar un ataque a la reputación de alguien, logra la atención y elogios de muchas personas.

 

Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM, @gersonmecalco