Desde el lugar del privilegio

Desde el lugar del privilegio

No nos armamos con sopletes ni con bombas
Querer parecerse a EU es parte de la historia de México
Lo bueno, lo malo y lo curioso del registro de Salomón Jara

 Por Ameyalli Valentín Sosa

Sorprendió, al menos de alguna manera, el segundo contagio del presidente López Obrador. El martes por la mañana en algún punto de su acostumbrado ritual mañanero se enmarcaba a él mismo en una toma de vídeo mientras mostraba su respectiva toma de temperatura y oxígeno, compartía su diagnóstico y las medidas precautorias que se encontraba tomando en Palacio Nacional.

Ahora, sin intención de confrontar de manera frontal al presidente, es indispensable ver el enmarque desde una mirada crítica ya que más allá de la pandemia y más allá de la figura presidencial hay que leer entre líneas la gravedad de la situación. Me explico:

Si algunas cosas nos ha permitido ver la pandemia son las desigualdades económicas, tecnológicas, educativas, laborales y sanitarias. La pandemia, en el peor de los casos, ha profundizado muchas de ellas; y si algo es bien sabido es que en un país como el nuestro en donde se ha habla de “Muchos Méxicos” son muchas las realidades que conviven de manera simultánea, y López Obrador nos lo recordó

En torno a la exhibición del presidente hay que saber que siempre es más fácil hablar desde el lugar del privilegio, desde espacios donde los derechos fundamentales, como lo es el derecho a la salud, están más que asegurados porque yo no imagino al presidente siendo atendido en el sistema de salud pública que se transformó en su sexenio ni tampoco formado en filas interminables y masas amorfas intentando obtener una cita para una prueba médica. Pregunto: ¿En cuántos hogares mexicanos se tiene la capacidad de adquirir cubrebocas KN95 o los recomendados por la Organización Mundial de la Salud, realizar pruebas PCR siendo estas las más exactas para la detección del virus, y adquirir medicamentos sin que desestabilice de manera drástica su economía?

La pobreza aún antes de la pandemia era alta pues de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en nuestro país 4 de cada 10 personas vivían en niveles de pobreza. La anterior cifra aumentó después de la crisis sanitaria pues los indicadores de pobreza del 41.9 por ciento se elevaron al 43.9 por ciento entre 2018 y 2020, lo que significa que el número de personas en situación de pobreza aumentó de 51.9 a 55.7 millones, cerca de 4 millones de pobres más en nuestro país.

En temas directamente de salud, de acorde a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es el quinto país que menos recursos destinan al gasto en salud sólo por debajo de Sudáfrica, China, Indonesia e India. La misma OCDE publicaba hace unos días un documento titulado “Panorama de la Salud 2021” donde se informaba que en nuestro país se observaba el exceso de mortalidad más alto entre los países de la organización entre otros focos rojos en prestaciones de otros tipos de salud.

En la misma discusión, la autoproclamada “Cuarta transformación” no ha representado ningún cambio importante ni a beneficio de los y las mexicanas. En el actual sexenio (y me atreveré a decir que tampoco en ninguno previo) se ha estudiado de manera integral el estado del Sector Salud para la propuesta de soluciones eficientes. Los recortes presupuestales aplicados a Sector Salud y la eliminación del Seguro Popular para la posterior implementación de un instituto con poca y casi nula planeación, el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), sólo ha agravado el problema pues con cifras del comunicado del 5 de agosto del año pasado el Coneval enunciaba que “entre 2018 y 2020, el porcentaje de la población con carencia por acceso a los servicios de salud mostró un aumento a nivel nacional al pasar de 16.2% a 28.2%, lo que representa un aumento de 15.6 millones de personas respecto a 2018, al pasar de 20.1 a 35.7 millones de personas en 2020”.

En temas de salud, la crisis también se ve en casa. En nuestro estado con el municipio más pobre del país, San Simón Zahuatlán, y con muchos municipios marginados donde los servicios de salud son más que deficientes y prácticamente inexistentes es importante recordar los despidos injustificados de miles de trabajadores de integrantes del personal médico y de enfermería en sector salud el septiembre pasado, muchos de ellos trabajadores de primera línea COVID.

La pandemia sólo ha venido a agravar un sistema de salud pública ya de por si destartalado e ineficaz, la política de salud del actual gobierno ha resultado ser desastrosa. Dándole un jaquecito al presidente, López Obrador no se escapó de un segundo contagio del famoso virus aún con todo y sus escapularios, porque más allá de la tragicomedia de la situación (más tragedia que comedia), la solución se tiene que construir desde otro lado, ya no desde el lugar del privilegio.

 

Politóloga- UNAM

Twitter: @AmeValentinS