Era de noche cuando a Guadalupe Hernández le llamaron para avisarle que Ana tenía contracciones. Le dijeron que la bebé estaba lista para desconectarse del cordón umbilical de la mamá, pero no lo creyó.
Horas antes, cuando la visitó por la mañana, el cuello del útero no mostraba dilatación y parecía que la labor de parto estaba lejana. Aún así tomó su equipo y cruzó la aislada Ciudad de México, de sur a norte, hasta el hogar de Ana.
Efectivamente, la bebé venía en camino a un mundo que lucha contra una pandemia de Covid-19. Las estimulaciones que recibió Ana durante el día permitieron que su cuerpo expulsara rápidamente a la niña.
Nos fuimos inmediatamente. La verdad es que nació rapidísimo. Estuvimos nada más un rato para ver que todo estuviera bien. Sí, fueron varias horas”, recuerda.
Conducir a la madre durante su labor de parto es el trabajo que Guadalupe Hernández hace desde 32 años. Es partera pero también enfermera que estudió obstetricia y, desde estudiante, se involucró en el respeto a los derechos del cuerpo de la mujer y el nacimiento del bebé.
Guadalupe acompaña a las mujeres en uno de los momentos más significativos de su vida, desde las primeras semanas de embarazo hasta después del parto, con la menor intervención médica posible.
Las escucha, las aconseja, les informa sobre su reproducción sexual y la maternidad. Y lo más importante: les brinda confianza para que reconozcan que su cuerpo es tan fuerte para traer un bebé a la vida.
Nosotras las parteras tenemos la obligación de fundamentar científicamente las intervenciones que hacemos para el bienestar de las mujeres”, expresa.
Desde que la pandemia llegó, más mujeres embarazadas han optado por solicitar los servicios de una partera, por temor a acudir a un hospital e infectarse del virus que ha contagiado a naciones.
La también directora de la Asociación de Parteras Profesionales en México atiende normalmente de dos a tres embarazos por mes, pero ahora la demanda de sus servicios se ha duplicado o triplicado.
Quieren tener un parto en casa. En primer lugar les da miedo ir a los hospitales por el temor de ser contagiadas, porque en los hospitales donde las atienden hay enfermos de todos. Que eso siempre lo hemos dicho, una mujer embarazada no tendría que ir a parir donde hay enfermos”, subraya.
Luego queremos que los hijos tomen decisiones por sí solos, que sean independientes, y no lo son. Y ve ahora la población cómo está. Y es que somos los responsables nosotros. Cómo es que queremos que tomen decisiones, si hasta para nacer tú tomaste la decisión de cuándo tenía que nacer y no cuándo estuviera listo”, sostiene.
Cuando Guadalupe estudiaba el séptimo semestre de la Licenciatura en Enfermería y Obstetricia descubrió que estaba interesada en atender partos menos intervenidos, en los que se respetaran los derechos de reproducción sexual de las mujeres.
Fue en el Hospital Zaragoza donde por primera vez ayudó a una madre a parir a su hijo.
Atendí mi primer parto. Fue estresante. Me sentaron. Me dijeron siéntate en un banco. Porque normalmente cuando es tu primer parto estás temblorina y el bebé se te puede caer a la cubeta. Entonces yo me senté, por supuesto que temblaba y demás, fue una experiencia de lo más bonita”, recuerda.