Por Ameyalli Valentín Sosa
En Ciencias Sociales se nos enseña, al menos es el caso personal de quien redacta la columna, que ningún trabajo escrito queda totalmente concluido, que todo trabajo una vez plasmado en tinta y papel queda sujeto a críticas y observaciones, en otras palabras, todo trabajo no es perfecto sino perfectible. En la misma línea que lo anterior, es más que necesario hacer algunas aclaraciones a la columna pasada, hacerle justicia al misterio que en vida rodeó al literato B. Traven.
En torno a Traven, las certezas son mínimas por no decir nulas. Con poca claridad se sabe su origen pues algunas fuentes datan su nacimiento fuera de Alemania situándolo en San Francisco. Sumando más incógnitas a la historia, incluso algunas versiones lo aseguran uno de los líderes intelectuales de la República de Consejos Bávara de Obreros, Soldados y Campesinos de Múnich creada poco después de terminada la I Guerra Mundial y que posteriormente condenado a muerte, huiría de Alemania.
Un par de certezas que sí tenemos (junto su fecha de su fallecimiento en 1969) es que su traductora fue la hermana del expresidente López Mateos, Esperanza López Mateos, quien traduciría algunas de sus obras al español, mientras que su compañera sentimental fue Rosa Luján. Sobre su nombre que sería tal vez, la más grande incógnita de su vida por la cantidad de seudónimos que utilizó (Hal Croves, B. Traven entre algunos otro más), la que hubiera sido su esposa mencionaba: “Traven nunca se llamó ni Bruno ni Berick ni Ben. Se llamaba Traven Torsvan. Tanto en su pasaporte mexicano, como en el acta de nacionalización y su licencia de manejar, tienen inscrito ese nombre, aunque no sabemos cómo se hicieron”.
Sin embargo, lo que no se puede discutir y que firmemente puede argumentarse es la importancia que tiene su obra en la literatura mexicana y también en nuestra cinematografía nacional. Otra cuestión que no puede negarse es que por los temas que abordó, su obra puede dialogar con nuestras realidades contemporáneas.
El cuento de Traven, “Canastitas en serie”, citado ya en la pasada columna nos coloca dos formas de entender los procesos mercantiles y comerciales, y de manera un poco más completa, la forma de entenderse en lo social. Por el lado del oaxaqueño, entre diseños de flores, mariposas, pájaros, ardillas, antílopes y tigres el artista encontraba complemento con su trabajo cotidiano, la relación ente sus manos y su trabajo; mientras que por el extranjero, las canastas no son más que un producto el cual se puede adquirir cada vez a menor precio y como producto de ornato. En torno a esto, un pasaje muy ilustrativo de la historia describe a nuestro paisano y a sus canastitas de la siguiente manera:
A menudo no le era posible vender todas las canastas que llevaba al mercado, porque en México, como en todas partes, la mayoría de la gente prefiere los objetos que se fabrican en serie por millones y que son idénticos entre sí, tanto que ni con la ayuda de un microscopio podría distinguírseles. Aquel indio había hecho en su vida varios cientos de estas hermosas cestas, sin que ni dos de ellas tuvieran diseños iguales. Cada una era una pieza de arte único, tan diferente de otra como puede serlo un Murillo de un Renoir.
En este sentido, el tema de la relación entre la producción y el producto, la autenticidad, originalidad e intimidad misma con el fabricante se hace visible en la historia. ¿Traven ya nos alertaba en este sentido sobre el peligro de la apropiación cultural? ¿Nos auguraba que tuviéramos cuidado sobre la adopción de elementos culturales sin el consentimiento ni el respeto para sus culturas originarias?
De nueva cuenta, la narración de Traven y sus canastas nos permite dialogar con temas recientes en nuestro estado sobre el discurso hegemónico y las identidades y sus históricas resistencias. Lo anterior viene a cuenta debido a la disputa legal interpuesta en los últimos días contra la empresa Anthropologie, sumándose a otros casos más, por apropiación de textiles oaxaqueños Xaam nïxuy en una de sus prendas.
Esta no es la primera vez que una empresa de moda extranjera es acusada de plagiar diseños oaxaqueños, con anterioridad la misma Anthropologie o empresas como Zara, Patowl y Carolina Herrera han sido cuestionadas por plagio y apropiación. Una de las acusaciones que se le dirigen a estas entidades comerciales es arrebatar de toda identidad a los textiles, no entender que nuestros textiles más allá de ser simples indumentarias o mercancías con un fin netamente comercial, son elementos identitarios de nuestras comunidades relacionados con los y las fabricantes desde las materias primas y los primeros lienzos donde se cuentan historias, porque para quien no conozca los bordados oaxaqueños, muchos de ellos se convierten en símbolos que a través de los bordados y las prendas se narran cosmovisiones, historias antiguas simbolizando elementos indispensables de las comunidades como los agaves, las flores de los magueyes y el Sol.
Así como en este espacio de manera sincera se intentó dar justicia al misterio que rodeaba la vida del escritor misterioso por la narrativa que el mismo Traven construyera en torno suyo, nuestras comunidades, también tienen el derecho legítimo de defender sus elementos identitarios, como lo son los textiles. Finalmente: nuestras prendas no son moda ni mercancías, son herencia viva de nuestras abuelas y de nuestras comunidades, son muestra de nuestra identidad.
Politóloga- UNAM
Contacto: avalentin.s@politicas.unam.mx