Por Rubén Mújica Vélez
Los economistas convencionales es decir los itamitas, los de seudouniversidades que compiten con la Universidad de Santo Domingo y los que aplauden la horrenda DESIGUALDAD SOCIAL que está hundiendo al capitalismo, apenas captan que AMLO, licenciado en Ciencias Políticas y Sociales ha destruido sofismas (mentiras) legendarias de la teoría económica ortodoxa.
En primer lugar, la mentira que primero había que acumular riqueza en pocas manos, en lo alto de la sociedad, para que después se filtrara y cayera como maná o generosa lluvia sobre los pobres. Caían gotas como rocío ligerísimo y los de arriba retenían el caudal de riqueza. Esta mentira iba de la mano con la que “había que agrandar el pastel (el PIB) para después repartirlo y darle a los pobres.
Siempre los ricos se quedaron con una tajada cada vez mayor del pastel. Los pobres les tocaba ver el festín de los ricos. También, ahora al comprar PEMEX, sorpresivamente la refinería de Deer Park en territorio yanqui (Machetazo a caballo de espadas!) los empresarios yanquis proponen no venderla a México. Igual que cuando China quiso comprar la CONOCO.
Así los yanquis niegan la sacrosanta Ley de la Oferta y la Demanda que dicen reina en el capitalismo mundial. Éste es un retazo de economía que muchos de mis amigos han olvidado. Falta que recuperemos una idea central.
En el análisis económico existen elementos mensurables, cuantificables, pero otros no. El economista no es un químico social que maneja fórmulas con dosis de elementos, que siempre obtiene el mismo exacto resultado. En nuestra profesión se cumple la frase de Shakespeare “La teoría es seca, estéril, frondoso y verde es el árbol de la vida”