Por Gerson Hernández Mecalco*
El siglo XX se caracterizó por las falsificaciones, engaños y conspiraciones inventadas por los servicios de espionaje más formidables del mundo, de acuerdo con la escritora norteamericana Anne Applebaum. Sin embargo, en materia informativa, los primeros 21 años del nuevo siglo no han sido diferentes; por el contrario, el trabajo de las agencias de espionaje, el hackeo, la filtración de documentos, la falsificación de estos; han minado la confianza en la información de las instituciones políticas y de la misma democracia, de acuerdo con Thomas Rid en su libro Desinformación y guerra política. Historia de un siglo de falsificaciones y engaños.
En más de 500 páginas se relatan historias de 1921 hasta la actualidad. Por ejemplo, en el capítulo “Primeras filtraciones digitales”, se comenta el concepto de “medidas activas”, que —eran— o son las “acciones llevadas a cabo por los servicios de seguridad de la Unión Soviética que incluye desinformación, propaganda, engaño, sabotaje, desestabilización, espionaje, falsificación de documentos oficiales, asesinatos y represión política, infiltración en iglesias y persecución de disidentes” (Andrew y Mitrokhin, 2000).
Más allá de contar alguna de las historias del libro, en la página 347, Thomas Rid, autor del libro y profesor de la Universidad Johns Hopkins reflexiona acerca del utopismo de Internet, cuando después de la caída del Muro de Berlín a finales de los 90’, surgieron empresas con plataformas en la red, y se generó una transformación en la manera en que los seres humanos leían, escribían, compartían imágenes y documentos; y socializaban; y consumían noticias, pero lo más importante cambió la manera de difundir los rumores o lo que conocemos como fake news.
El gran reto de la credibilidad de la red de redes —era— y es la confianza de los contenidos, ya que con el riesgo que significa generalizar; no existen filtros en la información. El papel profesional de los periodistas es crucial en este momento, ya que las plataformas de redes sociodigitales permiten “ejecutar, amplificar e incluso probar medidas activas sin la participación de reporteros. Los servicios de intercambio on line, especialmente aquellos con anonimato, incorporado… estaban hechos a medida para el engaño a gran escala. Los especialistas en trucos sucios podían llegar ahora directamente a su público objetivo”.
Asimismo, en 1996 se difunde el primer portal de filtraciones en el mundo denominado Cyptone, una página de transparencia radical, donde se podían encontrar los planos técnicos del puente George Washington de Nueva York, fotografías del rancho de George W. Bush en Texas, imágenes de la planta nuclear de Fukishima en Japón, e incluso un informe de la CIA. En el libro se detalla que estas filtraciones, son para las agencias de inteligencia rivales, la mejor noticia del mundo.
Ya casi para terminar, de acuerdo con The New York Times “algunos de los contenidos más virales se usan regularmente con el fin de atraer audiencias para personas y organizaciones que difunden información falsa … Entre las historias se encuentran el Gatito y pollito que duermen la siesta tan dulcemente juntos”. Estos relatos son el gancho informativo de sitios como el de Joseph Mercola, un médico que se ha caracterizado por difundir información errónea sobre el Covid-19. A principios del tercer decenio del siglo XXI se sigue exagerando y subestimando la amenaza y el potencial de las campañas de desinformación, ayudando a expandir esa misma amenaza y sus consecuencias.
Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM, @gersonmecalco