Por Vidany Ojeda
La crisis sanitaria por COVID-19 es uno de los tópicos más recurridos en los últimos tiempos. Incluso se ha llegado al hartazgo por un sector de la población al tener que convivir con este tema en más de un solo aspecto: no sólo se trata de la evidente necesidad de modificar hábitos de vida sino también de aquellas situaciones constantes en que la estabilidad emocional de las personas se ve alterada debido a la exposición constante a cifras de contagios, muertes y malas noticias. En última instancia, el tema de la vacuna ha sido un respiro y una suerte de esperanza, sin embargo, los “cómos” de su aplicación continúan siendo un misterio, puesto que la gran mayoría de mexicanos aún no tiene claridad sobre cuál será el protocolo de vacunación ni qué criterios se utilizarán para determinar qué grupos, sectores o personas serán las primeros en ser atendidos.
La necesidad de que fueran los adultos mayores quienes, en primera instancia, fueran vacunados, responde a una cuestión lógica: son aquellos más vulnerables (y son sujetos electorales, es decir, pueden votar). En segundo lugar, se trata de todo el engranaje médico que ha sostenido al país en esta crisis y que, sin ellos y ellas, prácticamente hubiera sido imposible encarar este problema. Es por ello que a la par fueron vacunados las y los médicos de primera línea en COVID, es decir, aquellos que están en contacto directo con los pacientes infectados por este virus (los médicos también son sujetos electorales). Hasta este momento todo parece lógico y natural, pero repentinamente se anuncia la necesidad imperante de vacunar a los maestros – lo cual no estaba previsto en el Plan Nacional de Vacunación –. No hay nada en contra de que se vacune a los maestros más que la pregunta obligada de cualquier científico social: ¿por qué?
Llama la atención que la vacuna a maestros se inserte entre el periodo que le correspondería a los adultos de entre 50 a 59 años de edad. También llama la atención que sea una decisión tan apresurada. Aunado a ello, las fechas previstas para esta vacunación son durante las campañas electorales y se prevé que terminen de vacunar a todos antes del 6 de junio (fecha de las elecciones). Esto es importante mencionarlo, ya que a partir del 20 de abril y hasta el 28 de mayo, los maestros y maestras de todo el país serán vacunados contra el COVID-19. Otro elemento a rescatar es que, en el caso oaxaqueño, las vacunas se aplicarán del 28 de abril al 4 de mayo.
Todo ello tiene varias lecturas, pero en este texto propongo dos: la primera tiene que ver con el valor otorgado a la educación como un espacio de edificación, preparación de las personas y creador de las condiciones necesarias para un futuro digno; la segunda tiene que ver con una cuestión político-electoral. Sabemos que la educación es un valor que, en nuestras sociedades modernas, industrializadas, cosmopolitas y meritocráticas, juega un papel fundamental, pues muchas veces el haber sido educado institucionalmente puede ser determinante – aunque no es garante – en la vida de los individuos, tanto económica como socialmente. Por otro lado, el sector educativo fue uno de los más visiblemente golpeados por la pandemia y el encierro, ya que los estudiantes de todos los niveles se vieron obligados a abandonar las aulas, misma situación que afectó a prácticamente todos los demás allegados a ellos (familia, amigos, maestros, trabajadores administrativos, etc.). Es por ello que se espera que las clases presenciales se reanuden de manera paulatina.
Por otro lado, se encuentra la perspectiva más allegada al tema político electoral: la vacunación a los maestros responde a una estrategia gubernamental de legitimidad y compromiso con la ciudadanía; y la rapidez con la que se está implementando responde a intereses electorales, tomando en consideración que el gremio de los maestros es uno de los más fuertes y organizados a nivel nacional. En el caso oaxaqueño, la sección 22 y la CNTE han estado presentes en diversos episodios de la vida pública de nuestro país. Tenemos el caso local del 2006 y la APPO, así como el caso nacional en el 2012 y su desalojo del zócalo del entonces Distrito Federal. Hoy por hoy, los maestros vuelven a tener protagonismo a nivel nacional y su pronta vacuna deja ver – de manera explícita – las grandes consideraciones que tiene el gobierno federal con este sector de la población.
Sea por que la educación institucional es vital para las sociedades modernas o porque el gremio de los maestros goza de amplio poder político a nivel nacional y local, lo cierto es que la vacunación a los maestros (previo a las elecciones y que no había sido considerada expresamente en el Plan Nacional de Vacunación) es un fenómeno que deja ver los hilos finos del poder y la política en México. Son pues, los maestros y la educación, bastiones en los que se apoya la vida pública y política de nuestro país y nuestro estado.
Contacto: humberto.bautista@politicas.unam.mx