Por Ameyalli Valentín Sosa
El año pasado el presidente López Obrador en el ritual de su conferencia de prensa matutina señalaba lo siguiente respecto al movimiento feminista: “Antes no había esas protestas, empezaron con nuestro gobierno porque valiéndose de un movimiento justo, noble, se aprovechan para lanzarse en contra del gobierno, es que ya rompimos el pacto que había con la oligarquía y eso los trae molestos”. Ayer, un año después, alertaba a no caer en provocaciones al asegurar que existía información de que el movimiento se estaba preparando en vísperas de la marcha del 8M con sopletes, marros y bombas molotov.
Ambas declaraciones del mandatario van en la misma sintonía, en una mala comprensión y enunciación de lo que es (y de lo que no es) el movimiento feminista en nuestro país. Lo diré de manera simple: el movimiento feminista en México ni es nuevo, ni es contra el presidente López Obrador ni se prepara con bombas molotov ni sopletes.
Es imposible escribir en tan poco tiempo la historia del feminismo y del feminismo en nuestro país. Beatriz Salazar Rivas, directora de estudios de las mujeres y de paridad de género del Congreso del Estado de Oaxaca, mencionaba en el Foro Rompiendo Paradigmas 2022: “El tiempo es corto y la historia de las mujeres es larga”.
Aunque a veces se olvide, el feminismo en nuestro país NO es un tema novedoso. A consecuencia del papel activo que tomó la mujer en la Revolución Mexicana fungiendo como cocineras, guerrilleras, enfermeras e inclusive espías en 1916 se convocó en Mérida, Yucatán al Primer Congreso Feminista en México convocando a 620 congresistas siendo el primero en nuestro país y el segundo en Latinoamérica. En su mayoría, las asistentes al congreso eran maestras ya que la enseñanza era el único estudio legítimo al que tenían acceso las mujeres y, por lo tanto, casi el único trabajo remunerado que permitía la sociedad.
Después de ese primer congreso en Mérida siguieron algunos más en los años 20 y 30 en los que principalmente se discutían los derechos labores y políticos de la mujer siendo la demanda transversal el derecho a votar de las mujeres. Existieron varios esfuerzos más en diversas áreas como el Ateneo Mexicano de Mujeres fundado en 1934 el cual agrupó a mujeres destacadas en distintas áreas como la ciencia, el arte y la política.
1953 sería un año clave para el movimiento sufragista pues el entonces presidente Adolfo Ruíz Cortines ―ya presidente de la nación―, publicaba en el Diario Oficial de la Federación un decreto donde anunciaba la promulgación de las reformas constitucionales, otorgando a las mujeres el derecho a votar y ser votadas para puestos de elección popular. La lucha sufragista había conseguido el voto pero aún quedaba un camino gigante por recorrer.
En la euforia colectiva a consecuencia de las movilizaciones en distintos lugares del mundo la década de los sesenta marcaría otro punto de quiebre. Las estudiantes mexicanas que participarían en las movilizaciones de 1968 en México desafiaban los estereotipos de género y propiciaron cambios estructurales encarnados en batallas de todos los días, transformando prácticas tradicionales y restrictivas sobre la sexualidad, el cuerpo y el poder.
Regresando al tiempo presente, a lo que nos aqueja el día de hoy hay algo fundamental que debemos entender: el feminismo no es nuevo ni es contra el presidente Obrador. Con todo respeto señor presidente, el movimiento feminista no comenzó con usted ni contra usted, se dirige contra las estructuras patriarcales que nos violentan y asesinan todos los días, la lucha es por y para nosotras, porque nos queremos sin miedo, sin violencias ni desigualdades laborales jurídicas, políticas, sociales, vivas y libres.
Como último apunte hay que decir algo importante: quienes nos visibilizamos y nombramos desde el feminismo no nos armamos con sopletes ni con bombas sino a partir de la construcción de lazos sororos y empáticos a partir de nuestros distintos lugares y experiencias. El feminismo se arma con digna rabia, se arma con los reclamos de justicia por las asesinadas, se arma con las madres buscadoras en Sonora y en Oaxaca, el feminismo se arma con la danza y la música de quienes se apropian de su cuerpo y de su arte y visibilizan la violencia, de quienes escriben los nombres de las asesinadas y de las desaparecidas, el feminismo se arma con aquellas que se visten de negro mientras nos cuidan de las policías en las movilizaciones, de aquellas quienes tiran bardas para recordar que valen más las vidas de las mujeres que las pintas en las paredes, el feminismo se arma con cada una de nosotras a un solo grito: ¡NOS QUEREMOS VIVAS!
Politóloga- UNAM
Twitter: @AmeValentinS