Sobre omisión y derrumbes

Sobre omisión y derrumbes

La trascendencia histórica de los libros
La 4T (¿o AMLO?) y los paradigmas de la teoría económica ortodoxa
El periodismo en 2022 (2 de 2)

Por Ameyalli Valentín Sosa

El 3 de junio se cumplió un mes de la tragedia que se vivió en la línea 12 del metro en la Ciudad de México. A un mes de distancia, no debe olvidarse es el lema que inundaba la opinión pública después del suceso: “No fue tragedia, fue negligencia”. Lo anterior se explica de la siguiente manera: un accidente es algo inesperado pero la falta de mantenimiento, la acumulación de procesos de corrupción y la nula atención a las demandas previas anunciaban, desde tiempo atrás que una tragedia se avecinaba.

 

Para quien no conoce el Sistema de Transporte Colectivo Metro en la Ciudad de México hay que describirlo más allá de un mero sistema de transporte o de un conjunto de trenes y vías subterráneas que funciona desde las cinco o seis de la mañana hasta la media noche, hay que dibujarlo como la gran red de conexión de espacios, de sujetos de la Ciudad de México, como el gran ecosistema donde diariamente se conectan cuatro millones de historias diarias que se conjuntan y trazan (para dimensionar el mismo número de habitantes de nuestro estado). En cada tren se conjuntan vendedores ambulantes (los famosos vagoneros), amas de casa, obreros, trabajadores y trabajadoras de diferentes áreas y estudiantes entre otros grupos, es decir, cada vagón se vuelve un mosaico de identidades, profesiones, oficios modos de ser y de vivir.

 

La hora trágica de ese tres de mayo, las 22:20 hrs., fue la hora cero de aquel fatídico derrumbe que sorprendería a la clase trabajadora que volvía a sus hogares. Entre heridos y víctimas mortales, la Ciudad de México sufría su peor tragedia desde el terremoto del 19 de septiembre de 2017 y más allá del amarillismo y el uso electoral que cobro la tragedia, obligaba a (re)pensar de manera critica el tema de infraestructura y movilidad no solamente en la gran Ciudad de México, sino también en las demás ciudades y estados del país.

 

Lo anterior se tendría que cuestionar de manera crítica ya que hasta la fecha no se han podido identificar ni castigar a los culpables y mientras tanto, dos de las grandes constructoras que participaron en la creación de la línea 12 del metro participan ahora en dos de los grandes proyectos infraestructurales actuales: la refinería de Dos Bocas y el polémico Tren Maya. Sin caer en cacerías de brujas, el tema de la línea 12 da cuenta, entre muchas cosas, de la corrupción y la cultura de omisión con la que vivimos en este país, sumada a una cultura de impunidad y la falta clara de un plan real de movilidad y transporte en las políticas públicas locales y en la agenda federal.

 

En la misma línea y con sus debidas proporciones, el socavón en Zacatepec en el estado de Puebla pareciera otra vez una expresión del cumulo de situaciones que llevan a desastres, de alertas que no se atienden en el primer momento. El socavón detectado desde el 29 de mayo y que apenas medía unos cinco metros de diámetro, a pocas horas de diferencia, aumentaba de manera alarmante su tamaño llegando a medir ya más de 90 metros de diámetro y ahora amenaza en el lugar no sólo con la pérdida de hogares sino la seguridad misma de los pobladores. Las posibles explicaciones van y vienen: por un lado se acusan a los procesos geológicos naturales y por el otro lado a la sobreexplotación de los mantos acuíferos en la región por una empresa de agua embotellada aunque si algo se vuelve necesario es la prevención y minimización de los riesgos, la búsqueda y ejecución de soluciones y sobre todo, responsabilidad en caso de existir culpables.

 

Siguiendo la misma línea, en nuestro estado las obras que se requieren y se están desarrollando (como los trabajos en la carretera Mitla- Tehuantepec y el Corredor interoceánico los cuales se han trazado como grandes obras para el desarrollo de la región) necesitan no solamente el gran trabajo de los ingenieros y personal a cargo en su desarrollo, sino auditorias y procesos transparentes, vigilancia y mantenimientos constantes. Al final del día, las conexiones carreteras y el desarrollo de infraestructura en el país y en nuestro estado son obras necesarias, enormemente agradecidas para quienes las planifican y trabajan, pues en su planeación, desarrollo y correcta ejecución se deposita la seguridad y la vida de quienes transitamos por ellas.

Contacto: avalentin.s@politicas.unam.mx