Por Ameyalli Valentín Sosa
El siglo XX, por diversas razones, fue caótico: dos guerras mundiales, gobiernos totalitarios en Europa y dictaduras en América Latina, décadas de un mundo bipolar. De muchas maneras, el siglo XX reconfiguró y replanteó marcos conceptuales, epistemológicos y sentó las bases de nuestro siglo.
En esta lectura, la pintura del siglo XX se situó como un espejo y producto de estos conflictos políticos y sociales. Una pregunta pudiera surgir: ¿El arte entonces tiene que ver con la política, con lo social? La respuesta, aunque muy espinosa, es sí. Un ejemplo:
En los vente del siglo pasado el Partido Nacionalsocialista propagó el término “arte degenerado” para aquellas obras que no fueran de acorde a lo valores oficiales de la Alemania Nazi. Estos artistas y sus obras, poco a poco, fueron retirados de los espacios por considerarlos un insulto a los valores alemanes, a diferencia del arte oficial el cual propagaba valores como la familia tradicional, la raza aria y la exaltación al Führer alemán como un mesías. Ejemplos de este arte oficial se encuentran con Gerhard Keil y su obra “Gimnastas” de 1939 o la pintura “Nuestra infantería se mantiene en pie por encima de todo” de 1943 del artista Sepp Happ.
En la Alemania nazi las políticas del Tercer Reich determinaban lo que podía ser visto o no. La doctrina nazi dictaba a raja tabla lo que era digno de la mirada y lo que no lo era. ¿Qué fue la quema de libros y la censura hacia este “arte degenerado” sino el intento de purga hacia aquello diferente a la ideología oficial?
En este sentido el trabajo de Otto Dix, pintor y caricaturista alemán, sería una crítica, entre muchas, en contra del régimen debido a los temas de su obra. Por ejemplo, Dix de una manera más realista traza la brutalidad de la guerra, contraria a la estetización de la guerra del arte oficial alemán. En muchos de sus trabajos como “La guerra” o “Tropas de asalto avanzando bajo un ataque de gas”, Dix en tonos oscuros plasma aquello que no se podía (o no se quería) ver, críticas que le valieron la etiqueta de artista degenerado, junto con muchos pintores del período, y como consecuencia, su trabajo fue censurado y apartado.
Aunque es mucho de lo que se puede hablar del arte alemán del siglo XX vale la pena mencionar que el Tercer Reich alemán no fue el único régimen que dictó esta relación íntima entre arte y poder, pues este proceso de arte oficialista lo replicaría también a su manera la Rusia socialista con su proyecto político- ideológico de la segunda mitad del siglo. Sin embargo, es importante mencionar que en gran medida las vanguardias del siglo XX criticaron y buscaron de alguna manera romper y liberar al arte de estas relaciones con el poder, vaciándolo de ideologías y propagandas, intentándolo volver “más libre” de alguna manera.
Ahora, ¿por qué hablar de la disputa del arte del siglo XX en el caso alemán? Porque de alguna manera, este debate entre lo que merece ser visto o no pareciera que no termina de agotarse y una vez más, el arte y la pintura nos acercan como mapa de ruta a una posible ruta. Un último ejemplo:
Hace unos días el gobernador de Oaxaca Alejandro Murat junto al embajador de México en Estados Unidos anunciaba la “presencia” de Oaxaca en los Estados Unidos en algunas ciudades de dicho país. Del 22 de octubre al 20 de noviembre a través de exposiciones, muestras gastronómicas, Guelaguetzas y alebrijes monumentales en el Rockefeller Center de Nueva York, se busca promover a Oaxaca e impulsar la reactivación económica del estado, particularmente el turismo. Sin embargo, este anuncio del gobernador se da en el contexto de miles de despidos hacia trabajadores de Servicios de Salud en el estado, un escenario de ingobernabilidad con bloqueos en carreteras y oficinas, suspensiones en los servicios de limpieza pública en la ciudad capital y el aumento de violencia contra las mujeres en el estado, como la ejercida hace unos días en contra una joven mixe de 16 años quien denunciara amenazas por parte de un agente municipal y quien posteriormente fuera asesinada.
En este sentido, ¿hay un Oaxaca que merece ser visto y otro que no? ¿Hay un Oaxaca digno de ser producto de exportación, mientras que otro tiene ser guardado bajo la alfombra? ¿No se puede o no se quiere ver ese Oaxaca real? Al estilo Dix, ¿es posible hacer de lado el Oaxaca “oficial” para hacer visible ese otro Oaxaca que nos pide a gritos ser visto?
*Politóloga- UNAM