Por Ameyalli Valentín Sosa
En los últimos días hemos tenido oportunidad de ver dos de los eventos deportivos más importantes, tanto a nivel mediático como a nivel competitivo: las Olimpiadas (invernales, eso sí) celebradas en Beijing, China y el siempre polémico Super Bowl que se realizó en California. Ambos eventos siempre son un deleite para quienes disfrutamos del deporte, sin embargo, más allá de lo mediático y las discusiones a su alrededor como productos de mercadotecnia, estos eventos compartieron un eje similar en torno a lo político, lo subversivo. Me explico:
Hace unos días en la final de patinaje artístico individual masculino donde el patinador mexicano Donovan Carrillo hacía historia al ser el primer mexicano al llegar a esas instancias pese al poco apoyo recibido, y aunque hablar sobre el tema de la ausencia de una política deportiva real en nuestro país y el poco apoyo a las y los deportistas ameritaría una discusión aparte, el deportista que llamó poderosamente mi atención fue el patinador estadounidense Jason Brown.
Brown, representante de los Estados Unidos, presentó una rutina casi perfecta en su última participación, pero más allá de todo el mérito y respeto que merece el deportista, algo que me pareció más poderoso fue la elección de la pista que acompañó su rutina, el famoso tema compuesto por John Williams de la película “La lista de Schindler” dirigida por Steven Spielberg en 1993. El filme de Spielberg, para quien no lo conoce, traza una poderosa narración sobre el holocausto, los campos de concentración, las violaciones monstruosas contra las comunidades perseguidas en el Tercer Reich alemán y la potencia monstruosa de destrucción y violencia contra los Otros distintos.
Ahora, ¿dónde está lo poderoso de la elección? A mí parecer y en una lectura foucaultiana, el hecho de ver a un patinador de ascendencia judía y homosexual en sintonía con la composición de Williams permite entender al cuerpo desde una dimensión política y en este caso, contrahegemónica. La elección de Brown, mucho más allá de ser neutral, juega con la capacidad performativa de la danza y del deporte para la manifestación de discursos simbólicos, en este caso, en relación a las comunidades homosexuales y judías perseguidas en el Holocausto alemán. Otro ejemplo:
Durante la transmisión pasada del Super Bowl donde se enfrentaron los Bengals de Cincinnati y los Rams de los Ángeles se esperaba, como en cada edición, el espectáculo del medio tiempo, concierto que se presenta justo a mitad del partido. En esta ocasión, lejos de lo que normalmente se acostumbra, el rap fue el género que acaparó los reflectores y la actuación fue encabezada conjuntamente por los músicos estadounidenses Dr. Dre, Eminem, Snoop Dogg, Mary J. Blige y Kendrick Lamar.
Ahora, ¿qué relación tiene este concierto de medio tiempo con lo político? Más allá de que al hablar del rap es recordar sus orígenes como poesía afroamericana en la década de los años 60 en el Bronx y su relación con el hip- hop como contramovimiento cultural y artístico creado por minorías afroamericanas, latinas y caribeñas en los Estados Unidos, la actuación de Kendrick Lamar y la del rapero Eminem reivindicaron la denuncia política en el Estados Unidos actual. Me explico mejor:
En su presentación el rapero afroamericano Kendrick Lamar destacó por el uso de una cinta negra en el brazo y un guante negro en la mano izquierda. ¿Recuerdan la foto icónica de los velocistas estadounidenses en México 68 alzando el puño y el guante negro? El guante negro era un símbolo característico de la lucha de las panteras negras a favor de los derechos civiles y políticos de la comunidad negra en los Estados Unidos. Más de 40 años después y con casos como el de George Floyd, hombre afroamericano que fuera asesinado por un oficial de policía blanco en Minneapolis en 2020, el puño y el guante se vuelven atemporales y necesariamente visibles en un espectáculo con tanto alcance mundial como lo es el Super Bowl.
Finalmente y en la misma línea, el rapero Eminem al finalizar su participación hincaba su rodilla en el piso mientras cubría su rostro recordando al jugador Colin Kaepernick quien en 2016 comenzara a arrodillarse durante la interpretación del himno nacional de los Estados Unidos en señal de protesta por una serie de episodios de brutalidad policial contra ciudadanos afroamericanos acontecidos durante el verano de ese año. Kopernick declaraba:
“No voy a levantarme y mostrar orgullo en una bandera por un país que oprime a la gente negra y personas de color. Para mí, esto es más grande que fútbol y sería egoísta de mi parte voltear hacia otro lado. Hay cuerpos en las calles y gente siendo pagada y que se sale con la suya”.
Aprovechando la oportunidad, siempre hay que recordar que incluso en el deporte, las contranarrativas siempre se enuncian y se enmarcan. Nada es ajeno a lo social y el deporte en este caso, no es la excepción.
*Politóloga- UNAM
Twitter: @AmeValentinS